
¿Gafitas? Sí, porque olvidé su nombre. Por más que he intentado recordarlo, no lo consigo. Busqué entre los pocos archivos que sobrevivieron a la última mudanza, pero sin éxito alguno.
Gafitas pertenece al grupo de mis primeros gigantes. Me atrevería a decir que fue el tercero o cuarto de ellos. Me decidí a escribir sobre él porque, aunque no recuerdo su nombre, sí su picardía y rabietas.
Era un hombre de figura atlética, más parecía un jugador de la NBA. Curiosamente su vestimenta fue siempre deportiva. Su Hija decía que así solía estar en casa; de pantalonetas, camisetas, medias canilleras blancas y tenis. Usaba lentes permanentes; ¡sin ellos no existía!
Recuerdo una ocasión en que la enfermera asignada, sin intención, dejó caer sus lentes al piso mientras lo ayudaba a vestirse. Infortunadamente, la patica derecha se partió y uno de los cristales salió disparado. En ese preciso momento, la señora del aseo entraba en la habitación (sin conocimiento de causa), y plantando sus más de 80 kilos sobre los maltrechos lentes, encendió las llamas de los infiernos.
Nuestro querido Gafitas se salvó de un infarto de miocardio, pero el resto de los presentes, no logramos huir de su furia desenfrenada. Cual poseído por el más despiadado de los demonios, nuestro protagonista estalló en cólera. La degeneración del lenguaje revelada aquel día, no se puede repetir por este medio; ¡me vetarían!
Su pedestre recital estuvo ambientado por un repentino tornado, montones de objetos volaban por los aires. El desodorante, la crema de cuerpo, la colonia, la peineta y el talco de los pies que antes reposaban sobre la mesa de noche, ahora volaban en múltiples direcciones. Todos corríamos por nuestras vidas.
La primera en caer fue la enfermera, pagando el precio de su descuido con un “desodorontazo” en la espalda. La siguiente víctima; doña Anita, quien con escoba en mano intentaba batear los pelotazos. Al parecer, el Beisbol no era su fuerte. Terminó recibiendo un “polvazo” en el rostro y desde ese día la apodaron “la mimo ponchada”. Yo salí bien librada, en el momento en que sostenía la crema en sus manos con la intención de cazar a su próxima presa, su mirada se cruzó con la mía y el santo de los abuelos descarriados me hizo el milagrito; se arrepintió y la arrojó al suelo.
Escenas como esta se repitieron muchas veces. Me gustaría decir que terminamos acostumbrándonos, pero la verdad es que hematomas y arañazos nos recordaban cada batalla campal vivida. Lo que sí aprendimos fue a identificar esas pequeñas cosas que lo hacían perder el control e intentar evitarlas. Créanme cuando les digo que prevenimos más de una guerra en casa.
Pero Gafitas no era todo terror, tenía su lado «amoroso». Aunque ya no estoy segura si el término sea el más adecuado. Le gustaba expresar sus afectos de manera particular, como él mejor sabía hacerlo; a través del tacto. No había mujer en la casa sin las posaderas masajeadas por las manos expertas de nuestro atleta; me incluyo. Nuevamente sus destrezas motoras lo hacían destacar.
Para nosotras siempre será un misterio el cómo podía soltar su caminador, mantenerse erguido, apretar fuertemente nuestras nalgas ¡con las dos manos! y luego, muy tranquilamente, continuar con la marcha. Todo, en menos de tres segundos.
Cuando se le confrontaba, siempre negaba lo ocurrido. Nos trataba de mentirosas y desviaba la conversación. Como diría mi madre, ¡los privilegios de tener Alzheimer!
Dos años después, su hija decidió llevárselo a casa. Atravesaba por un divorcio y consideró que tenía el tiempo suficiente para cuidar de su padre. Seis meses después nos enteramos que Gafitas había muerto a causa de una neumonía.
Parece que siempre hay una parte de nuestra esencia que permanece y prevalece, incluso ante el Alzheimer.
¡Exactamente! Inclusive, en algunos casos, el Alzheimer amplifica esa esencia. Excelente comentario 🙂
El tiempo con familia nunca es suficiente, el amor de familia nos llena
Así es, el amor de nuestra familia nos guía y reconforta. Muchas gracias por ese comentario tan lindo:)
El Gafitas se ha ido feliz pasando el último tiempo con su hija ✨️
Sí, pudo disfrutar de su plena compañía en los últimos días.