Dicen que la depresión mató a Armito, 75 años.

Anciano fracturado con bastón

—No me gusta desayunar con café, prefiero té. —Dijo con voz fuerte, pero adornada con sonrisitas de hoyuelos y ojitos chinos. —Ah, tampoco me gusta el queso, prefiero huevos cocidos, con la yema blanda; a cinco minutos estarían bien. —Agregó. Sin dejar de sonreír, y una picardía que lo acompañaría por mucho tiempo. ¡Sin rastros de depresión en absoluto!

A su ingreso lo acompañaban una sobrina y su hermana. Quienes no mostraron la más mínima pizca de tristeza al dejarlo (típico en estos casos). Es más, casi podría asegurar que se encontraban complacidas. 

Era un hombre de excelentes modales y gran léxico. Recuerdo que solía atravesar la calle y sentarse bajo un frondoso árbol de almendra en espera de cualquiera que tuviera cara de desocupado para invitarlo a sentarse a su lado y echarle la prédica. Pertenecía a los Testigos de Jehová.

Cuando la cena estaba lista, salía hasta el antejardín a gritarle: «ven a cenar, ¡no eres cuerpo glorioso!». A lo que él pintorescamente respondía: «no sólo de pan vive el hombre, mujer». ¡Touché!

Tras su última caída (provocada por el Vértigo), la cual lo dejó con 6 puntos en la frente, la pierna izquierda fracturada y moretones por doquier, su médico prescribió: salidas, solo con compañía. No debió ser fácil para él asimilar tal sentencia. Esperar tanto tiempo por las mieles de la jubilación, para recibir las hieles de la vejez.

En un principio, se negó rotundamente a aceptar tal disposición. Apenas se sintió con fuerzas, ahora, con caminador a bordo, se echó a andar por todos lados. Las enfermeras lo llamaban «Gasparín»; se aparecía en todas partes. En menos de un mes ya usaba bastón y se duchaba solo. Fue realmente asombroso.

Fue necesario crear un plan de apoyo para ayudarlo a cumplir su itinerario. Sus «hermanos» lo recogían todos los domingos para congregarse y lo acompañaban entre semana debajo del árbol, un par de vecinos se turnaban para escoltarlo al supermercado, el barbero le hacía el servicio exclusivo de domicilio, y caminaba en el parque cuando yo podía servirle de lazarillo.

Mientras escribo estas líneas, medito en los hechos y reconozco las raíces de su acicalada depresión. No siempre había alguien ahí. Algunas citas sin cumplir, un par de domingos sin iglesia, días sin prédica y tardes sin parque. Se le veía casualmente animado, pero no era feliz. Sabía disimularlo muy bien.

Todo empeoró con la llegada del Covid. Su carácter se tornó agresivo, lloraba constantemente, ya no le apasionaba la lectura, los juegos eran cosas de tontos, nuestras charlas sosas y su apetito disminuyó considerablemente. Por las noches el sueño se le escapaba, pero cuando lograba capturarlo, este lo volvía preso de sus pesadillas. Empezó a olvidar nombres y fechas, no recordaba sucesos del día anterior y eventualmente no respondía con coherencia. Diez meses más tarde fue diagnosticado con depresión severa y Alzheimer (fase temprana).

Un martes por la tarde fue trasladado en ambulancia al hospital por presentar un fuerte dolor en el pecho. Al día siguiente, sin más detalles, nos informaron que su examen había sido positivo para Covid y este había sido la causa de su muerte. No pudimos despedirlo, era contra las reglas.

Hola, 👋 encantada de conocerte.

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2 comentarios

  1. Álvaro Romero.

    Mi papá también sufre de vértigo y ya se ha caído dos veces. Tratamos que no salga solo, pero es muy terco😔

    • Hola Álvaro, gracias por comentar. Sí, entiendo tu situación. Me permito recomendarte mucha paciencia y buscar herramientas que te ayuden a crear una red de apoyo; familiares y amigos cercanos podrían contribuir.

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